miércoles, 15 de septiembre de 2010

Miedos

Empieza el otoño. Tengo miedo.
Estoy asustada por no saber que debo hacer, como debo pensar, que camino debo tomar en este momento de mi vida. Es injusto pues se supone que en la madurez lo que se pierde de ilusión, fuerza y atractivo se gana en seguridad y serenidad para afrontar esta nueva etapa. Yo al contrario de lo que dice la regla, me siento perdida en casi todos los aspectos de mi vida. Y para colmo estoy cansada, muy cansada.
A estas alturas me pregunto si podría haberlo hecho todo mejor y la respuesta es un SÍ en mayúsculas que me deja KO. Quien me lea seguramente pensará que todos podemos hacerlo mejor, estoy de acuerdo pero en mi caso es que lo he hecho mal, mal, mal a juzgar por cómo me siento. Al menos en lo que a mí respecta, y por extensión repercute a mis allegados, amigos, compañeros y personas que pasan por mi vida. Y es que lo que hacemos cada día, por pequeño que sea va mucho más allá de lo que pensamos en el momento. Cada decisión, cada elección, cada acción entra en una especie de "cadena de favores" o de fastidios, o de desgracias que se va capilarizando y toca a quien ni siquiera imaginamos. Nuestra actitud diaria, sin ir mas lejos, consigue que alguien sea un poco más feliz o más desgraciado. Una gran responsabilidad que ignoramos para así poder hacer lo que nos da la gana. Ojalá yo me hubiera esforzado más, por mí y por los demás.
¿Por qué estoy así de pesimista hoy? Porque tengo miedo. Porque lo que veo en el horizonte es oscuro. Porque tengo que seguir luchando y no quiero. Porque tengo que aceptar los cambios y no tienen buena pinta. Porque mis ideas están evolucionando y mis valores se están tambaleando, y lo peor es que no les encuentro sustitutos aceptables. Porque tendría que haberlo hecho mejor, haber invertido más en mí, en una profunda formación que me ayudara a sostener mi fragilidad en los momentos de crisis, que han sido y son muchos. Aunque quién sabe, igual ni eso me hubiera salvado. Pero pienso que sí... en cierto modo.
Durante todos estos años iba caminando y creía que iba hacia algún lugar, posiblemente mejor, o no, quizá sólo caminaba porque no había más remedio. El caso es que ha llegado un momento en que ya no sé a donde voy, como un jamster en un columpio circular, me afano en caminar pero ¿a donde? No puedo seguir. Necesito una dirección nueva, y sin embargo estoy confusa y agotada.
Si hago un balance de la situación a día de hoy, esto es más o menos lo que puedo enumerar:

  • 47 años
  • un matrimonio bajo mínimos
  • una madre anciana y enferma
  • un trabajo que me hace infeliz
  • una situación económica inestable
  • un estado físico malo
  • un estado mental bajo
  • una crisis de identidad que no sé cómo abordar
  • 2 hijas que aún necesitan mi ejemplo, y a las que no puedo esconder ya nada
Al leer esta lista me doy cuenta de que es probablemente la lista básica de cualquier mujer madura estándar. Enumera los problemas que se tienen habitualmente a esta edad, y alguno adicional, producto de mi personalidad y mis circunstancias. Pero eso no me consuela. Me pregunto cómo enfrentarme a esta nueva etapa. ¿Acabaré neurótica y abandonada por todos? ¿Aún hay oportunidades para mí? ¿Dónde encontraré ilusión y fuerza? Será el otoño, la lluvia o la vuelta al cole lo que me produce este desconcierto.Todo pesa y soy pesimista. Eso dicen los míos. Esa es la vedad.
Hoy no quiero ser superficial ni optimista, no quiero luchar, no quiero hacer como que no pasa nada. Si que pasa y tengo miedo. Aunque todo puede ser peor, o mejor. "Mañana será otro día"

Imagenes: Edward Hopper: Latidos de soledad y Habitación de hotel. Manet: La ciruela con brandy