jueves, 15 de abril de 2010

Desaliento,tristeza y fe


Una mujer madura, muy amiga mía, me ha contado que está tristísima sin saber por qué. Dice que hace tiempo que no tiene ganas de hacer nada, ni ve sentido a su vida, que se arrastra por necesidad. Es una persona sensible y llena de virtudes, aunque de naturaleza algo depresiva. Se me ocurrió decirle que escribiera sus sentimientos para desahogarse. Después podíamos leerlo juntas y buscar soluciones.

Desde el principio pensé en publicar su carta porque refleja esos momentos de vacío existencial que tenemos muchas mujeres, sobre todo si hemos vivido entregadas a solucionar la vida de otros mientras abandonábamos la nuestra. No digo que ese sea el único motivo de lo que ella siente, pero si se junta con otras carencias, es clarisimamente un detonante. Esto es lo que escribió, más o menos:

"Cuando la tristeza te invade y no sabes muy bien porqué ¿que puedes hacer? Tienes ganas de gritar y salir corriendo, de huir pero ¿a donde ir? No hay lugar donde puedas encontrar la serenidad. Presiento que ese lugar anhelado esta dentro de mi persona pero siempre lo busco fuera. Dentro no quiero ni mirar. Ahí todo está desordenado, mi cabeza está hecha un lío. Un lío de sentimientos, de deseos, de ideas… no sabría como empezar, no me gusta lo que encuentro. No sé ni que busco ni por donde remover. ¿Trabajo, amigos, familia, amor? No soy yo, soy todo lo que los demás necesitan, ni eso, soy lo que yo creo que los demás necesitan y que ni siquiera es cierto. Estoy vacía, me siento vacía, sin rumbo, sin ganas, sin fuerzas. Solo tristeza, solo vacío, solo soledad. Esperar, seguir, tirar… que más puedo hacer? Cambiar lo que no puedo cambiar? Estoy cansada, no me gusta quien soy, sin embargo tengo mucho por lo que luchar y por lo que vivir. Si repaso mi vida me la he pasado sufriendo de moderada a intensamente, esperando que pasen las horas malas, desde que puedo recordar tengo la misma sensación. Aquellos días tristes de colegio en que todavía quedaban horas interminables para ser libre, para dejar de soportar clases incomprensibles, malas compañeras y profesores distantes. Aquella sensación de ser prisionero durante todo el día, y brevemente ser tú, en el camino del colegio a casa donde otra vez te esperaba la angustia de la tarea, de la oscura mesa de escritorio y el reproche diario sin apoyo, sin alegría. Y así cada día de una infancia solitaria y anodina, llena de miedos y también de sueños, inalcanzables desde siempre, no aptos para niñas tristes. No puedo recordar gran felicidad allí, sí momentos fugaces de diversión, pero no alegrías, por aprender, o por sentir el aprecio o la consideración de los otros. Aquello era una dolorosa espera de algo mejor, que no llegó. Ahora no es igual claro, tengo menos dolor, más sosiego, más aceptación. En realidad en medio de aquel pasado y este presente está el mayor dolor y el mayor gozo también. Quizá por eso comparo aquel tiempo con este, porque el dolor que siento es parecido, el dolor de la espera vana del desaliento por no llegar a comprender el sentido de la vida, de la mía, el dolor de no poder escapar de esa trampa en la que estas encerrado. Y morir sin encontrar el verdadero sentido de tu vida y tu camino, y saber que solo tú tienes la culpa de donde estás, y darte cuenta de que cada paso dado cuenta para llegar hasta aquí, este lugar que no amas aunque ames con toda tu alma a los tuyos y lo que tienes, pero no amas este lugar donde estas tú y sólo tú, este lugar que eres tú misma. Solo sabes que no eres feliz aunque debas serlo y todo cuanto te rodea te obligue a serlo.
Este sufrimiento sordo y crónico, ya sólo en la fe puede hallar consuelo y ni me llega ni la busco, aunque intuyo que es lo que me hace falta. Fe y esperanza para darle sentido a mi vida. Quiero mirar al cielo, donde miraba cuando era niña en busca de respuestas, para encontrar el camino perdido, porque sólo Dios, en el que no creo, me puede guiar. Hoy estoy tan triste que no puedo continuar. El desaliento es el peor de los males según la madre Teresa de Calcuta. Yo estoy desalentada."

Podríamos hablar durante horas de lo bueno de la vida, de lo que le queda por hacer, de lo que tiene... pero creo que ella sola enfocó la solución al final, quiere Fe y trascendencia. Y me hizo reflexionar sobre lo que necesitamos de verdad cada uno de nosotros cuando estamos derrotados, y cual es el camino que puede curarnos.

¿Es la solución renunciar a nuestro poder humano y volverse hacia Dios?

Sin más le conté a mi amiga lo que un sacerdote me me dijo una vez: "La Fe hay que pedirla cada día, hay que rezar y acercarse a Dios. Poco a poco empiezas a notarla."

Y juntas pensamos en una oración corta para entonar en los momentos de desaliento.

"Dios mío no tengo fe pero quiero tenerla así que dámela por favor. También te pido que me ayudes a que mi vida tenga un mayor sentido para mí, pues aunque sé que mis seres queridos me necesitan y yo a ellos, debo encontrar en mí la trascendencia".

Foto: Madre Teresa de Calcuta. "La Madeleine", de Georges de La Tour (1593-1652)