jueves, 15 de abril de 2010

Tener un hijo es como volver a nacer


Es curioso lo que uno puede llegar a revivir cuando se tiene un hijo. Seguramente no es nada original decir esto, pero nadie me había hablado de ello, y yo tampoco he sido muy consciente hasta ahora. Bueno en realidad sí lo he sido, pero ahora que mis hijas están en la adolescencia/juventud es cuando me siento más cercana a su mundo, menos protectora y más participativa, menos ejemplo y más amiga. Quizá vivo este momento de su vida aún más intensamente, porque pronto se alejaran sin remedio de mí, al menos físicamente.
Cuando digo que tener un hijo es como volver a nacer me refiero a sentir sensaciones que creíste que nunca más tendrías, no porque hayas perdido la ilusión sino simplemente porque te haces mayor y no puedes volver a vivirlas, al menos no de la misma manera. Pero de pronto un día te conviertes en madre, y si tienes la suerte de tener hijas, como es mi caso, te percatas que en el pack de los desvelos, las preocupaciones y las alegrías que, por cierto ya te sabias de memoria porque todo el mundo te lo había repetido mil veces, te encuentras con algo que no esperabas. Te encuentras con que también puedes sentir emociones olvidadas a través de las suyas, emociones que nunca pensaste volver a sentir con esa intensidad … la navidad se convierte en algo mágico, las princesas de los cuentos te hacen creer en el amor otra vez , las películas de Disney te hacen llorar … Sientes el miedo a los exámenes de nuevo y la frustración de las primeras traiciones, el poder de ser popular o la amargura de ser el friki, y te escuchas a ti mismo, alucinado, diciendo palabras como crack, mazo o guay. El primer novio te rompe el corazón a ti también y lloras con ella al escuchar las canciones del Canto del Loco o de Pereza. Su tipazo hace que creas que vale la pena comprarse trapitos en Blanco y cuando ingresa en la universidad es como si te admitieran a ti, y ahí estas, ayudando a hacer trabajos de arte en vez de la cena, o compartiendo sus agobios y sus dudas, da igual si es sobre el resultado de un examen o sobre el look para las copas del viernes.

Debo decir, para hacer honor a la verdad, que todo esto no ocurre sin más. En realidad no tienes porqué sentirlo si no quieres, al menos no a flor de piel como me sucede a mí. Creo que sólo es posible sentir así si te implicas a fondo en la vida de tus hijos, si eres además de su madre, su apoyo y su amiga. Si es bueno o es malo para ti y para ella, no puedo decirte… no me atrevo a dar consejos ni a hacer juicios sobre algo tan serio. A mí me encanta y a veces me satura. Puede ser peligroso si te pasas de cotilla y le apabullas sin respetar su intimidad. O si por el contrario, dejas de ser madre por el exceso de confianza y de confidencia. Se trata de un equilibrio difícil ser amiga y jefa de tus hijos. A mí no me sale muy allá, y a menudo me inclino más de la cuenta hacia uno de los lados. En cualquier caso y pese a los inconvenientes, es realmente emocionante vivir la experiencia de renacer. Debe ser por eso que tantos padres nos proyectamos en nuestros hijos intentando redimirnos a través de su vida de lo que no fuimos nosotros. Creemos que ellos son nuestra la segunda oportunidad y en parte lo son, porque nos permiten mejorar para estar a la altura de su formación humana, que es nuestra responsabilidad. Ellos son nuestra oportunidad de sentirnos orgullosos de que nos quieran, de que nos permitan compartir su intimidad y de que sean ellos mismos por encima de cualquier presión, incluida la nuestra. Mas que volver a nacer experimentamos una especie de reencarnación consciente, volver en el cuerpo de otro, ser otro y sin embargo sentir como si fueses tú.
Eso es mas o menos. Besos reflexivos